Dada la ubicuidad de la luz en el mundo contemporáneo, apenas reparamos en la enorme influencia que esta tiene sobre nosotros. Cada matiz en ella repercute de una forma u otra en nuestro estado de ánimo.
Al natural, la luz está en continuo cambio. Existen tantos tipos como combinaciones de lugares, horas del día y estaciones del año podamos imaginar. Sin embargo, a través de la luz artificial podemos moldear las sensaciones que experimentamos al habitar un espacio.
Inspiradas en la llama de velas, faroles o chimeneas, numerosas lámparas proporcionan una dimensión de calidez acogedora, un resplandor reconfortante que atrae a nuestros sentidos.