Esta estética, con su absoluta simplicidad y funcionalidad, nos invita a cuestionar la naturaleza misma de la belleza. Los tonos neutros, las formas sin adornos y el enfoque minimalista crean un aura de pureza y elegancia. Pero, ¿está esta estética verdaderamente en armonía con nuestro yo emocional? A medida que reducimos el diseño a sus elementos esenciales, ¿eliminamos nuestra conexión con el espacio? ¿O hay un significado oculto más profundo que acecha dentro del vacío aparente?